Voto nulo e integridad
Cynthia Pérou Gutiérrez
“Un patriota es un ciudadano que siempre está dispuesto a luchar contra su gobierno.”
John Q. Adams
Cada día que pasa, la idea del voto nulo para las elecciones judiciales del 16 de octubre va tomando más cuerpo y sumando más adeptos y, en esta dinámica, se han dado todo tipo de situaciones, desde aquellas que nos incitan a la burla, como la desafortunada hazaña del impredecible Sin Miedo de Hacer Burradas, pretendiendo convertir a la jornada electoral de octubre en un plebiscito para rechazar la elección de estos magistrados. El tema ha alcanzado proporciones mediáticas tan inquietantes que el Tribunal Supremo Electoral, a través de una de sus vocales ha osado decir que las personas que hagan campaña por el voto nulo, podrían ser susceptibles de pasar hasta tres años en prisión. Al parecer, esta funcionaria no se ha informado que tres años de prisión son excarcelables, es decir, no hay cárcel por esta tamaño de sanción penal.
En fin, donde miremos o escuchemos todos hablan de la elección de los magistrados judiciales o del voto nulo.
Pero fuera de las movidas políticas y la necesidad de los medios de dar cobertura casi a cualquier cosa que pase, la interrogante que surge es ¿qué vamos a hacer el resto de los mortales, los llamados ciudadanos? En mi opinión, la respuesta presenta algunas dificultades. Analicemos: para comenzar, en nuestro país, como muchas cosas para las cuales no se nos puede convencer a la buena, el voto es obligatorio; esto quiere decir que independientemente de qué hagamos con nuestro voto, debemos votar y votar nulo es una opción válida y legítima, mucho más si consideramos las fórmulas espurias del proceso de selección de los candidatos.
Por otra parte, onsidero que desde la perspectiva de los resultados que podrían obtenerse, la oposición al régimen masista realmente tiene una opción de medir fuerzas y ganarle al Gobierno. Ya se ha intentado a través de la masificación de la protesta y nada. Se ha intentado a través de la contratación de mercenarios y terroristas y nada. Tal vez sea hora de aplicar algo de inteligencia en lugar de fuerza y, a pesar de las amenazas y las posibles consecuencias, jugar al juego de la democracia, derrotando en las urnas al Gobierno.
Si alguna vez, en los últimos años, existió la posibilidad de que los ciudadanos nos enfrentemos a un Gobierno desde las urnas, no para cambiarlo –que sería el ideal- sino para demostrarle que su petulancia, arrogancia y soberbia sobre su popularidad y aceptación han debilitado su fuerza a favor de una ciudadanía cansada de tanta incompetencia e imbecilidades, es ahora. Si todos nosotros, a través de estos medios y de otros muchísimo más visibles realizamos una campaña a favor del voto nulo, no hay fórmula para que nos encierren a todos. Si por otra parte, nos solidarizamos y nos unimos alrededor de esa gente valiente que enfrentará a cualquier precio a este infame régimen, no los podrán castigar. Imaginemos a Robespierre o a Jefferson sentados en sus cómodas casas esperando que los regímenes tiránicos que oprimían a sus semejantes caigan por su propio peso, porque ellos tenían miedo a lo que pueda pasarles, las grandes revoluciones que liberaron al hemisferio occidental, jamás hubieran ocurrido. El miedo y el amedrentamiento son las herramientas más antiguas conocidas por aquellos que ostentan el poder, para someter a los pueblos.
Pero surge otra pregunta: ¿qué tal si perdemos? Qué tal si como en aquellas ocasiones cuando la totalidad de un curso de colegio se ponía de acuerdo para “chacharse”, al final siempre quedaba algún cretino que le daba miedo del “profe” o de sus papis y no sólo estaba sentado ahí sino que además daba los nombres de todos los revoltosos que habían organizado y llevado adelante tan terrible acto. En este escenario, el riesgo del castigo no parece tan grave, lo que en verdad es grave es que no estemos seguros de qué clase de ciudadanos nos rodean.
La idea del votar nulo en las elecciones judiciales de octubre es muy buena y deberíamos hacerla nuestra y propagarla por todas partes, al final del día no podrán perseguirnos a todos y si lo hacen, valdrá la pena, estoy segura y si perdemos, sabremos también de quienes estamos rodeados. En ambos casos la lucha que viene tendrá sus recompensas. Por mi parte, como siempre lo hice, estaré en la primera línea de fuego y espero que los valientes me acompañen.
Cynthia Pérou Gutiérrez
“Un patriota es un ciudadano que siempre está dispuesto a luchar contra su gobierno.”
John Q. Adams
Cada día que pasa, la idea del voto nulo para las elecciones judiciales del 16 de octubre va tomando más cuerpo y sumando más adeptos y, en esta dinámica, se han dado todo tipo de situaciones, desde aquellas que nos incitan a la burla, como la desafortunada hazaña del impredecible Sin Miedo de Hacer Burradas, pretendiendo convertir a la jornada electoral de octubre en un plebiscito para rechazar la elección de estos magistrados. El tema ha alcanzado proporciones mediáticas tan inquietantes que el Tribunal Supremo Electoral, a través de una de sus vocales ha osado decir que las personas que hagan campaña por el voto nulo, podrían ser susceptibles de pasar hasta tres años en prisión. Al parecer, esta funcionaria no se ha informado que tres años de prisión son excarcelables, es decir, no hay cárcel por esta tamaño de sanción penal.
En fin, donde miremos o escuchemos todos hablan de la elección de los magistrados judiciales o del voto nulo.
Pero fuera de las movidas políticas y la necesidad de los medios de dar cobertura casi a cualquier cosa que pase, la interrogante que surge es ¿qué vamos a hacer el resto de los mortales, los llamados ciudadanos? En mi opinión, la respuesta presenta algunas dificultades. Analicemos: para comenzar, en nuestro país, como muchas cosas para las cuales no se nos puede convencer a la buena, el voto es obligatorio; esto quiere decir que independientemente de qué hagamos con nuestro voto, debemos votar y votar nulo es una opción válida y legítima, mucho más si consideramos las fórmulas espurias del proceso de selección de los candidatos.
Por otra parte, onsidero que desde la perspectiva de los resultados que podrían obtenerse, la oposición al régimen masista realmente tiene una opción de medir fuerzas y ganarle al Gobierno. Ya se ha intentado a través de la masificación de la protesta y nada. Se ha intentado a través de la contratación de mercenarios y terroristas y nada. Tal vez sea hora de aplicar algo de inteligencia en lugar de fuerza y, a pesar de las amenazas y las posibles consecuencias, jugar al juego de la democracia, derrotando en las urnas al Gobierno.
Si alguna vez, en los últimos años, existió la posibilidad de que los ciudadanos nos enfrentemos a un Gobierno desde las urnas, no para cambiarlo –que sería el ideal- sino para demostrarle que su petulancia, arrogancia y soberbia sobre su popularidad y aceptación han debilitado su fuerza a favor de una ciudadanía cansada de tanta incompetencia e imbecilidades, es ahora. Si todos nosotros, a través de estos medios y de otros muchísimo más visibles realizamos una campaña a favor del voto nulo, no hay fórmula para que nos encierren a todos. Si por otra parte, nos solidarizamos y nos unimos alrededor de esa gente valiente que enfrentará a cualquier precio a este infame régimen, no los podrán castigar. Imaginemos a Robespierre o a Jefferson sentados en sus cómodas casas esperando que los regímenes tiránicos que oprimían a sus semejantes caigan por su propio peso, porque ellos tenían miedo a lo que pueda pasarles, las grandes revoluciones que liberaron al hemisferio occidental, jamás hubieran ocurrido. El miedo y el amedrentamiento son las herramientas más antiguas conocidas por aquellos que ostentan el poder, para someter a los pueblos.
Pero surge otra pregunta: ¿qué tal si perdemos? Qué tal si como en aquellas ocasiones cuando la totalidad de un curso de colegio se ponía de acuerdo para “chacharse”, al final siempre quedaba algún cretino que le daba miedo del “profe” o de sus papis y no sólo estaba sentado ahí sino que además daba los nombres de todos los revoltosos que habían organizado y llevado adelante tan terrible acto. En este escenario, el riesgo del castigo no parece tan grave, lo que en verdad es grave es que no estemos seguros de qué clase de ciudadanos nos rodean.
La idea del votar nulo en las elecciones judiciales de octubre es muy buena y deberíamos hacerla nuestra y propagarla por todas partes, al final del día no podrán perseguirnos a todos y si lo hacen, valdrá la pena, estoy segura y si perdemos, sabremos también de quienes estamos rodeados. En ambos casos la lucha que viene tendrá sus recompensas. Por mi parte, como siempre lo hice, estaré en la primera línea de fuego y espero que los valientes me acompañen.
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