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sábado, 6 de agosto de 2011

pocas y medulares expresiones de LT descalifican el procedimiento del TSE expuesto en medidas sin asidero lógico ni legal que ponen en ciernes el acto del 16 de octubre.


Como si los antecedentes de manipulación, que se fueron acumulando desde que se aprobó la Ley de Régimen Electoral que regula la elección de autoridades del Órgano Judicial a través de un acto electoral, no fueran por demás suficientes para dudar de la seriedad y la sensatez con la que se está tratando el tema, la presentación de la “megapapeleta” electoral y la intención de enumerar a los candidatos ha confirmado que este proceso adolece de muchas y reiteradas fallas.
El enorme tamaño de la papeleta, la superabundancia de rostros pertenecientes a seres sólo conocidos por su entorno íntimo, la suposición de que unas cuantas palabras sobre sus antecedentes suplirán su anonimato, y, peor aún, la suposición de que en tales condiciones la participación de la gente en el acto electoral será un ejemplo de consciencia cívica y responsabilidad ciudadana, no encuentra asidero alguno.
Como ya señalamos anteriormente, las advertencias que se hicieron para enderezar este proceso –más allá de los sólidos argumentos que se han dado para dudar de la pertinencia de elegir por voto popular a las autoridades del Órgano Judicial--, no fueron acogidas por la mayoría de la Asamblea Legislativa y los vocales del Tribunal Supremo Electoral, que han preferido dar curso a la voluntad de copar este órgano que aprobar una reforma que pudo haber sido trascendental para el país.
Basta imaginar cómo será el conteo de votos el día del acto electoral. Basta imaginar los aprietos para hacer el cómputo de semejante papeleta, para entender el espanto que causa a las autoridades gubernamentales la idea de que tan singular acto electoral sea observado por veedores internacionales.
En todo caso, aún hay tiempo para introducir correcciones.

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