“La transparencia la tenemos que garantizar todos”, dijo recientemente el presidente del Tribunal Supremo Electoral Wilfredo Ovando, a cargo de organizar y dirigir la elección de las autoridades judiciales, aunque la complejidad del proceso induce a la desconfianza y confusión del votante en las urnas convocadas para el 16 de octubre. No es para menos, ya que tendrá al frente una papeleta de 90 centímetros de longitud con cuatro franjas y cinco columnas, en las que figuran los nombres y fotografías de 116 candidatos que le son totalmente desconocidos, tanto en identidad como en méritos personales.
La cosa se le complicará mucho más todavía cuando tenga que votar por el número que identifica a cada candidato. Hará mayor el enredo una densa numerosidad de orden correlativo sobre opciones para el Tribunal Agroambiental, Consejo de la Judicatura, Tribunal Constitucional y Tribunal Supremo de Justicia.
Es decir, se votará por un número más que por una persona. Es la primera vez que esta rareza se da entre los frecuentes y diversos procesos electorales bolivianos. Lo normal es que el sufragante sepa quiénes son los que compiten por su voto y quién acumula más méritos. Ahora, la referencia queda reducida a una simple cifra, a un número frío.
Claro está que al partido gobernante le resultará fácil preparar a sus ‘movimientos sociales’ para un voto mecánico y preciso por ciertos números de las escuadras y columnas registradas en la enorme papeleta de sufragio. Es absolutamente probable que en esto radique la clave del éxito que esperan los empoderados de turno con el tipo de elección escogido para hacerse de la mayoría de magistrados que requiere, a fin de lograr un total control de la justicia en Bolivia.
Lo que parece que ni intuye siquiera es que semejante modalidad de voto irritará aún más a importantes sectores urbanos del país de cierto peso en los guarismos electorales finales.
Por otra parte, la confusión puede hacer presa de no pocos sufragantes afines al Gobierno nacional. Por mucho que se les aleccione podrían cometer errores en la marcación ‘numérica’. Y así resultará favorecido el eventual ‘voto nulo’.
A favor del Gobierno, después de todo, corre la ventaja de que en las mesas electorales no habrá jurados ni delegados de partidos que velen por la autenticidad del escrutinio. Aunque de las irregularidades de un proceso electoral lamentablemente montado e impulsado desde las brumas de una cuestionada normatividad, podrán tomar debida nota los observadores internacionales que con tal motivo tienen anunciada su presencia en el país.
A votar por un número en vez de hacerlo por un candidato plenamente identificado. Son los matices de la sui géneris próxima votación que volverá a convocar a los bolivianos en medio de una creciente y justificada desconfianza.
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